¡Recordad El Maine!
Los dos hombres pasean por el malecón de la Habana, en Cuba. La vieja ciudad caribeña se enfrenta al océano, como ha hecho desde hace milenios, con orgullo y pasión incansables. Uno de los hombres, un mulato de amplia sonrisa y edad mediana, se rasca su incipiente barba mientras ve pasar al enorme transatlántico “Iberia”, el mayor jamás construido, que regresa a España. Sus dieciséis enormes chimeneas expulsan grandes y oscuras columnas de humo al cielo azul. El sonido de los gigantescos motores, movidos por toneladas de carbón, impulsan el navío a una gran velocidad. No en balde España es la mayor superpotencia del planeta.
¡Es un canto a la civilización!– comenta el mulato mirando a su compañero.
Y un orgullo para todos–. Le responde su amigo, cuyo pelo castaño resplandece levemente bajo el sol del atardecer.
El transatlántico se aleja en lontananza y, en ese preciso momento, las aguas del puerto borbotean. De golpe, un imponente sumergible de la clase Monturiol emerge soberbio ante la estupefacción y la admiración de todos los que tienen ocasión de verlo llegar. Se acerca a puerto lentamente, mientras su tripulación sale de su interior y se forma en cubierta. El A-203 es el último modelo de su clase, digno heredero de sus ancestros que, allá por el año 1898 derrotaron a la marina de los EE.UU. en la guerra Hispano-Cubana y, posteriormente, hicieron lo mismo con la de Gran Bretaña y se hicieron con el dominio de los mares y de medio mundo.
En el nuevo Imperio Español, este año del Señor de 1985, el sol no se pone nunca. Por eso sonríen satisfechos los dos viejos amigos y dirigentes políticos de la capital de la Provincia del Caribe Central.
Francisco José Segovia Ramos(España)
Publicado por la revista digital Minatura 116
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