Gran Carrera
Al fin ha llegado el día, hoy cada uno pondrá en juego el prestigio y renombre que por tantas décadas los ha acompañado. Los dos contrincantes, ya en sus respectivas máquinas, esperan la señal de salida. Deberán dar diez vueltas completas al globo terrestre, el que lo haga en el menor tiempo será el ganador.
Luego de la señal de partida, y entre ruidos y nubes de humo, los artefactos desaparecen; pasado unos minutos el primero en llegar es El Espanto de Verne, quien no viendo por allí a Wells demora en bajar del vehículo al darse por ganador.
Cuando se acerca, los jueces lo felicitan y le hacen entrega de una medalla de oro.
—Pero… ¿cómo? Fui el primero en llegar. —dice, mirándolos con asombro.
—Lo sentimos mucho Sr. Verne, pero el primer puesto es para el Hombre Invisible que llegó en el mismo momento que usted pero fue más rápido en acercarse a nosotros.
Verne no podía creer lo que estaba escuchando, estaba al borde del ataque.
—No te enojes Julio—oyó una voz que venía de algún lado, del sitio donde se divisaban unas huellas y el trofeo de oro flotaba en el aire—. Lo compartiré contigo, por haberme permitido viajar de polizón en tu nave.
—¡Cómo!—fue lo último que logro oírse de Verne pues en ese momento un ruido ensordecedor indicaba que Wells había llegado.
Este bajo enfurecido de su Máquina del Tiempo, tirando su reloj de bolsillo al piso.
—Maldita máquina, en lugar de atravesar directamente esta misma época, me llevó en Viaje al Centro de la tierra —gritaba furioso—. Con la ira que tengo podría originar La Guerra de los Mundos. —vociferaba histérico.
—Bueno George, tampoco es para tanto. Al fin y al cabo El Dueño del Mundo soy yo. —le increpó Verne.
Mientras, unas huellas se alejaban en el camino seguidas por el trofeo de oro que parecía bailar en el aire; el Hombre Invisible emprendía retirada, por si acaso.
Patricia O. (Uruguay)
Publicado en la revista digital Minatura 116
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Hace 18 horas
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