sábado, 4 de febrero de 2012

POEMAS

En esta aldea

Húmeda la mañana, casi invierno;
es plomizo el silencio, la chopera
falange de esqueletos en hilera,
deshilvanado su disfraz externo.

Callejeo el poblado. No discierno
mansiones de cabañas. No es ceguera,
mas despreocupación. ¿Quién considera
apariencia o nivel en el infierno?

Porque el infierno no es recinto en llamas
al centro de la tierra; mas los dramas
que cada cual recrea y no resuelve.

Y en esta aldea en desnudez de risas,
las mentes y las almas indecisas
son el desliz que sólo el diablo absuelve.


Hace frío sin ti
Hace frío sin ti, pero se vive.
(Roque Dalton)

Se me inclina la mente hacia el tiempo en que fuiste;
soy el sauce a tu vera, río de mi memoria,
por donde fluyen todas las cosas que dijiste
cuando éramos presente, antes de ser historia.

Llevo la piel hendida de tus manos musgosas,
y de tus firmes muslos hendida la cintura;
igualmente marcado por pétalos de rosas
que por el dinamismo de la desenvoltura.

El tiempo se ha llevado tanto de ayer…, no todo;
cuando vienen las lluvias arrastran a su paso
desordenadamente ramaje, rocas, lodo,
contratiempo, por cierto, no absoluto fracaso.

Siempre en el fondo hay algo que tenaz permanece,
contra todo pronóstico, contra toda esperanza,
que al correr de los años se asienta, y no envejece,
y que nos estimula, como punta de lanza.

No sé si me recuerdas, y casi no me importa;
lo que se vive, queda; nadie arrancarlo puede;
no significa mucho cuanto la amada aporta,
sino cuanto el amante contribuye o concede.

Sí, hace frío sin ti, pero se vive; y sueño,
y me prolongo lleno de ti, de tanto gozo,
mucho dolor también, que acepto, y no desdeño,
que amar es sufrimiento tanto como alborozo.


El alma de la rosa

Amanecen en ti cielos perdidos
que un día fueran éxodos y llamas,
y sobre mí en voracidad derramas
dulce perfidia de ángeles caídos.

Obra son de Luzbel tus alaridos,
pues de su lúbrica obsesión te inflamas,
y enumeras tus noches por las camas
que te abrieran adúlteros maridos.

Nada hay en ti sino voraz lujuria.
Te entregas y avasallas con la furia
salvaje de la mantis religiosa.

Gozo de cuanto ofreces y demandas,
ya a fuego lento o a acrobacias blandas,
pero te falta el alma de la rosa.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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