EL HOMBRE
Amargo extranjero
ya desde el vientre oscuro de su madre.
¡Oh, humanidad terrible!
¡Oh, fiero amor!
Sólo una pesadilla a la deriva,
víctima del naufragio
inevitable,
era.
Pudo decir mentiras.
Dosfrazar sus serpientes de palomas.
Pudo ponerle el antifaz de la alegría
al seco y duro rostro de la angustia.
Todo se puede, sí, pero de nada vale.
Amargo y extranjero
él lo supo muy bien
desde el oscuro vientre de su madre,
y fue por eso que nació gritando.
JUAN CERVERA SANCHIS-México-
sábado, 4 de febrero de 2012
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