DONDE NO VALEN LOS LAMENTOS
En el cementerio de los días, se pierden las venas
de la savia herida por no saberse compartida.
Hay hoy una convulsión de genes
derrotados en la masilla de noche que es tu cuerpo.
En ese territorio hostil de golpe seco,
los lamentos valen menos que el silencio.
Resistes la corriente negra que te arrastra al rincón
de la vergüenza a base de muertes a plazos,
hipotecando la saliva a cambio de sangre de repuesto.
Como si necesitaras alargar la agonía, disculpándote
por no tener un cuerpo nuevo para cada golpe.
Te conviertes poco a poco en la mesilla de noche que es tu cuerpo
gracias a los palos que han convertido tu carne en potro de castigo.
¿Qué has hecho? -Te preguntas ya casi sin hilar un pensamiento-.
¿Qué has hecho? Y se cierne sobre ti la respuesta más salvaje.
La bestia ataca de nuevo y se come tus entrañas.
Con los ojos embotados como dos soles ciegos,
miras al techo y deseas que se derrumbe y te aplaste.
¿Deseas a... por esposos? La muerte te mira cara a cara.
Escuchas a lo lejos tu primera nana.
Vuelves al origen cosiendo los mejores recuerdos
a tus carnes laceradas. No tienes piel ni boca,
se los ha comido el abismo de la muñeca rota
que ahora cuelga de tu alma. Y en el último estertor
sonríes acumulando las frases que con tanto afán te regalara:
No vale para nada, ¡eres una puta mierda!
Te voy a cortar esas alas de gallina descarada.
¡Te voy a matar desgraciada!
MANUELA BODAS PUENTE-Veguellina de Órbigo (León)-
jueves, 9 de febrero de 2012
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