viernes, 17 de febrero de 2012

ARTÍCULO

EL ZÓCALO, UNA HISTORIA APASIONANTE

Por Juan Cervera Sanchís

Sí de El Zócalo hablamos, una de las mayores plazas del
mundo, doscientos cuarenta metros de norte a sur y de
oriente a poniente, se vale afirmar que estamos hablando
de una historia apasionante.
El Zócalo sigue siendo, en la ciudad de México, un lugar
sin parangón. Es ese espacio, único y entrañable, síntesis
vital de la historia del país.
Si nos remontamos al tiempo prehispánico hay que recordar
que formó parte del templo mayor, centro religioso y político
de México-Tenochtitlan.
Sí, el Gran Teocalli, donde se realizaban los sacrificios humanos
entre los meshicas.
Durante el virreinato, la Plaza Mayor, como entonces se le
llamaba, se convirtió en el centro político de los novohispanos.
También fue llamada Plaza Principal, Plaza de Palacio y Plaza
de Armas.
A partir de 1813, dado que ahí se juró la Constitución
Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz
el 19 de marzo de 1812, se le llamó, hasta hoy, oficialmente,
Plaza de la Constitución.
El pueblo empezó a llamarla Zócalo a partir de que Santa
Anna mandó construir un basamento o zócalo con el
propósito de levantar un gran monumento, para conmemorar
la independencia, que nunca se construyó. Dicho zócalo
estuvo ahí desde 1843 a 1920. No obstante, el nombre
popular de El Zócalo, es el que permanece. Nadie dice
“vamos a la Plaza de la Constitución”. Se dice “vamos o
venidos a o del Zócalo”.
Hoy como ayer El Zócalo es en sí una plaza impresionante.
Allá por el año de 1554, Francisco Cervantes de Salazar, en
el primer texto, que podríamos llamar guía turística de la
ciudad de México, describe así la Plaza Mayor por boca de
Zuazo, quien responde a Alfaro, viajero admirado de las
proporciones de la plaza:

“Hizose así tan amplia para que no sea preciso llevar a
vender nada a otra parte”. Y añade: “Aquí se celebran
las ferias o mercados, se hacen las almonedas, y se
encuentra toda clase de mercancías”

Desde los primeros días del virreinato la plaza tuvo como
accesoria la del Empedradillo, hoy Monte de Piedad,
llamada así por haber sido la primera calle que fue empe-
drada en la ciudad. Ahí se instalaron en varias ocasiones
plazas de toros, costumbre que duro hasta 1822.
La plaza estaba circundada por La Catedral, El Palacio
Nacional, las Casas del Cabildo, el Portal de las Flores,
el Portal de Mercaderes... Por cierto que en frente del
Portal de las Flores y las Casas del Cabildo o la Diputación,
pasaba una acequia que fue vía de activo comercio, condu-
cido por embarcaciones. Como entre los artículos que ahí se
comerciaban las flores ocupaban un lugar prominente, estas
dieron nombre a uno de los portales.
El Zócalo sigue siendo escenario de desfiles militares y
deportivos, actos cívicos y toda clase de manifestaciones.
Año con año la noche del 15 de septiembre se conmemora
ahí el Grito de Dolores o, simplemente “el Grito” como lo
llaman la gente. Recuerdo de la proclamación de la
independencia por Miguel Hidalgo y Costilla, que dio
principio en 1810 a la Revolución de Independencia de
México.
El Presidente de la República aparece en el balcón central
del Palacio Nacional a las 23 horas, tañe la campana y da
el ya clásico grito que el pueblo que abarrota la plaza corea
entre vivas a México.
Sin lugar a dudas la Plaza de la Constitución es en verdad
una de las más hermosas del mundo, dada la incuestionable
belleza de los edificios que la circundan, donde predomina
el estilo barroco.
Destaca la fachada del Sagrario Metropolitano,
al oriente de la Catedral, considerada “una de las mejores
expresiones del barroco mexicano.”
En el lado oriente de la plaza ocupa la mayor parte de la
manzana el Palacio Nacional, entre la calle Moneda por
el norte, la de Corregidora por el sur y la calle de Correo
Mayor por el oriente.
Este gran edificio se levanta en el terreno que ocupaban
en la época prehispánica las llamadas Casas Nuevas de
Moctezuma II, quien gobernaba a la llegada de los españoles.
En la construcción del Palacio Nacional se aprovecharon
los materiales de aquellas casas.
Su primer propietario fue Hernán Cortés por donación que
le hizo el Rey de España en Cédula de 27 de julio de 1529.
Fue una de las primeras construcciones que se levantaron
con el trabajo de los naturales, quienes tras la caída de
Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521, fueron convertidos en
mano de obra obligatoria.
En 1562 el rey de España compró el palacio a don Martín
Cortés, hijo de don Hernando, y lo destinó a palacio de sus
virreyes, quienes habían venido habitando en otro palacio
también propiedad del conquistador. Edificio que todavía
existe en parte con el nombre de Monte de Piedad.
El gobierno virreinal se mudó al Palacio Nacional
el 19 de agosto de 1562, en los tiempos del virrey don Luis
de Velasco, el primero de ese nombre.
De los 63 virreyes que gobernaron la Nueva España,
únicamente dos no habitaron en el palacio: don Antonio
de Mendoza y don Juan de O´Donojú.
La Plaza Mayor siempre fue imán y catapulta del devenir
político y comercial de la ciudad y del país.
Ahí estuvo El Parián, el primer supermercado, se puede
decir, que hubo en la Nueva España.
El Parián inició sus actividad el año de 1696.
Fue construido a iniciativa del gremio de los chinos o
filipinos. Ahí se vendían los productos que llegaban a
México en la célebre Nao de China.
El nombre se lo pusieron inspirado en el célebre mercado
llamado así que había en Manila, la capital de las Filipinas.
En 1828 fue asaltado por el pueblo hambriento e incendiado.
En 1843 Santa Anna ordenó su destrucción. Era un largo
edificio de dos pisos, el primer piso estaba destinado a las
ventas y el según a almacenes.
El Zócalo ha sido y continúa siendo el máximo escenario
de los acontecimientos más trascendentales de la vida
política del país y, de seguro, que lo seguirá siendo.
Para finalizar nuestra breve reseña queremos recordar
unos versos de autor anónimo que cantan al Zócalo con
patriótica emoción y que llevan por título: “Zócalo”.
Dicen así:

“Quinientos años son ya/ que noche y día estás ahí/
y ahí seguirás estando/ sin duda dentro de mil.
No sería México, ¡México!,/ si no te tuviera a ti
y en ti se manifestara/ con libertario sentir.
Tú eres historia vibrante/ y eres eterno fluir,
pues cuando decimos ¡Zócalo!/ patria queremos decir.
En ti está nuestro pasado,/ que es presente y porvenir
de nuestra mezcla de sangres/ de honda y sentida raíz.
Palacio y catedral y eres/ con corazón de maíz
en donde México en pleno / cabe entero y por qué sí.
Zócalo donde yo niño / viví aquel grito sin fin
que marcó toda mi vida / de vivo amor hacia ti.
¡Viva México! es el grito / que da luz a mi vivir
cuando en el Zócalo siento / que me lleno de país”.

Sí, así es la Plaza Mayor, la Plaza Principal, la
Plaza de Palacio, la Plaza de Armas, la Plaza de
la Constitución... El Zócalo nuestro, tan de cada
día y de cada noche, y honda y altamente entrañable
del pueblo, que lo siente tan suyo, como bien expresa
el poeta anónimo en sus sentidos versos.

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