Remecido por místicos vientos
silente divaga el Hombre de barro.
Tal inefable musitar:
como el alma de Adán
en su primigenio temblor.
Cual Génesis:
el insondable diluvio terrenal.
Azaroso camino de siembra:
pletórico de simbologías
toda una fértil cosecha.
Guiado por la lumbre
el enigma de la lóbrega noche.
En su mortandad:
de súbito el fantasmagórico
símbolo del mal.
Parece la vida ciclo diminuto:
arrojados a las fauces de la Bestia,
al martirio del Madero…
Preferible ser axioma
en el acaecer del devenir.
Peregrinando por el terrenal Paraíso
atisba el espíritu su desvelo.
Somos fugaces siluetas:
trasbocados al Árbol del cognomento,
a la Serpiente del Edén.
Cual trémula ventisca…
Somos:
Hijos del lodo,
de un Pájaro redentor.
Ah, de todo esto
el Hombre alado, sus huesos abandona:
para retornar al prístino fuego,
a la morada de lo abisal.
Del libro Derecho Intelectual de César Vásquez López -Chile-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 87
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