domingo, 29 de noviembre de 2020

DOS EN UNO

 

 (Para Francesco Petrarca y Laura de Noves)

  Apenas el autobús tomó la avenida primera, la brisa marina golpeó su rostro. A lo largo de cinco cuadras admiró la espléndida línea de agua que formaba racimos de espuma en la playa.

Aún no eran las ocho de la mañana y ese domingo ofrecía un clima propicio para la alegría. Sus padres condicionaron ese paseo a su comportamiento durante la semana, tanto en la casa como en el colegio, por eso se cuidó de realizar sus deberes y tareas con prontitud y eficacia.

Allí, en la playa, podía gozar del espacio y la libertad que en su pequeño apartamento no tenía. Además, y era lo más importante, podía reencontrarse con Laura, la niña que había conocido siete meses atrás.

Él era poco comunicativo, pero cuando la vio por primera vez su timidez desapareció y en pocos minutos ya eran amigos.

Bajaron del autobús y se encaminaron hacia el lugar de costumbre, donde se instalaron debajo de una carpa. Él se quitó la ropa y enseguida salió en busca de la niña de trenzas doradas.

La buscó largo rato y se detuvo desencantado al lado de una venta de frutas. Miró ese mar que se repetía en sus sueños y de pronto sintió una mano que se apoyaba en su hombro. Volvió el rostro y vio los ojos más hermosos que jamás había conocido, mientras una boquita de ocho años le decía:

-Hola, Francisco!

Durante el día caminaron, rieron, charlaron, corrieron y se zambulleron. Al atardecer, la madre lo vio entre las olas y lo llamó a gritos. Él buscó el llamado e intentó salir  del mar, pero Laura, con ojos suplicantes le dijo:

-No te vayas, Francisco!…Él… asintió.

-No te vayas, Francisco!…, gritó su madre , al ver cómo el cuerpo de su hijo se hundía coronado por unas trenzas doradas.

JAIME ARTURO MARTÍNEZ SALGADO


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