(DIOS DE LOS VIENTOS)
El cielo, de un azul resplandeciente, poco a poco fue tornándose oscuro, plomizo, denso. Eolo (Dios de los Vientos) en un principio tranquilo, empezó a soplar suavemente, como si bostezara, pero todo el Olimpo sabía que no se podía fiar mucho en él; jamás sabía nadie lo que su extraña mente pensaba.
Resopló de nuevo pero esta vez con más intensidad. Los árboles, la arena y hasta el quieto mar Mediterráneo empezaron a zozobrar, a bailar una macabra danza. Más él, prepotente y sabedor de su fuerza siguió rugiendo. Sus pulmones se hincharon y de ellos salió toda la furia, toda la ira contenida desde el principio de los siglos.
“¿Por qué era tan cruel?”, se preguntaban las otras deidades. Mas no, no era maldad lo que con su enorme soplido quería disipar. Era pena, horror y desprecio hacia lo que la raza humana hacía consigo misma, con los animales, con la MADRE NATURA…
Quería intentar con aquel imprevisto tornado, borrar la maldad, el hambre, las guerras, el despropósito y el mal uso que hacemos los habitantes de este PLANETA LLAMADO TIERRA…
Carmen Adelantado
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