jueves, 3 de enero de 2019

SIEMPRE EL MISMO CABALLERO


Tras la cortina de los cielos y los mares, concebí en mi alma al amor.

Pasados los años, tras la cortina del tiempo,
el cielo conspiró en el aura del infinito universo,
y renació el amor en mi senda de mujer.
Un destino programado al fluido de mi ser.

Como en la niebla después del amanecer,
y tras la cortina limerente de mi fiel querer,
un dulce y delicado melifluo me hubo de poseer.

El maravilloso caballero del amor.

Sonámbulo de amor llegó a mí,
suave y deslumbrante tras la fúlgida cortina del más bello amanecer.

¡Era otro!, yo le vi,
y de la entrega de la flor y del halcón,
nació nuestro verbo llamado amor.

Cada tarde una entrega enamorada,
un amor, una caricia,
tras la cortina del efímero, rojizo y luminoso arrebol.

Tras la cortina del amante caballero del amor.

Y en el umbral de los cielos, tras la cortina del alma, amado mío,
apareciste desnudo de temores,
y detrás de la cortina de los mares y los cielos nos besamos.

Nos amamos,
en el solaz de un escollo junto al río,
el escondrijo de mi alma sucumbió a tu brío,
y la fusión de nuestras almas, se mezcló con el fluido espumosos de los mares.

Risueñas la marea y la montaña,
arroparon nuestro amor
tras la cortina de estrellas,
tras la ventana de una luna enamorada,
y la inefable libertad del viento.

Fueron sabios los amores tras la cortina del cielo,
pero siempre el mismo hombre,
siempre el mismo caballero.

Cuánto me han amado y he amado.
Tras la la infinita y dorada cortina de los cielos,
de los mares,
de los vientos y de la eternidad del tiempo,
tras la cortina del infinito y sublime horizonte de las almas... pero siempre el mismo caballero.

Hortencia Aguilar Herrera -México-

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