martes, 1 de enero de 2019

ELIANS, LA BAILADORA


Eran las siete de la noche de ese caluroso y húmedo 29 de julio en la caribeña ciudad de Santa Marta. En medio de la fiesta patronal, suena a lo lejos el pin dan pin dan de una ancestral danza bantú que ejecuta un grupo folclórico del barrio Pescaito en medio de la plaza contigua a la iglesia parroquial. Como palomas atraídas por un agitado reclamo, una gran multitud de vecinos concurre al sitio, empujados por la atracción que ejercen los sonidos de percusión de la tambora, el tambor hembra y el llamador en su genética afrodescendiente.

Se estremece el plató al sonido de los cueros, cuando sale al ruedo la danzante chiquilla mulata, conocida en el gremio del folclor como “Elians, La Bailadora”, con sus manitas de abanico, adornada con una diadema de festones amarillos para fijar su negra cabellera rizada. Viene acompañada por los virtuosos tamboreros de Matei y un corro de sus fanes y parientes entusiastas, que la rodean para verla bailar como solista la danza “El baile del avestruz”. Inicia el baile con un paso adelante, dos atrás, un contoneo grácil y cadencioso, y recorre cada espacio del círculo de espectadores, haciendo gala de su impresionante donaire, gallardía y sutil desparpajo. Con la mirada desafiante y graciosa, altiva pose y coquetería natural, hace alardes de su sangre y raíces africanas, mientras se yergue y agacha acompasada, como una mariposita que revolotea de flor en flor.

Baila sin mácula el compás de la tambora, cuando mueve su pollera en un torbellino delirante y rítmico, retando altanera el son del tambor. Se diría que sus piececitos levitan sobre el pardo piso de la plaza. Cesa el tambor y una salva de aplausos despiden su maravillosa actuación. ¡Viva Elians, La Bailadora!

ABEL RIVERA GARCÍA

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