viernes, 4 de enero de 2019

ARENAS BLANCAS


¡Ay! corazón prisionero, que te llenas de la dulzura de esos días, que enlazan los caprichos de mi vida,
de arenas blancas y doradas, y a veces, en mis pies se convierten en arenas movedizas.

Siento voces que me gritan, murmurándome en el silencio de los ecos perdidos, vacíos y castizos, entrelazando los suspiros de los lejanos besos, que volaron con el gemido de mis miedos.

A solas, sin alguien que suspire, ni siquiera la voz de un reproche, en la malvada oscuridad de la noche;
ni siquiera el sonido del canto de una alondra,
en aquel almendro florecido, con su flor blanca, y matiz rojizo.

Sólo yo, en mi oscuridad latente, frente a frente,
me siento latir el lamento dentro de mi pecho,
te busco en la serena noche, en el callado insomnio, dónde mis ojos cerrados se llenan de enojos.

¡Ay! Corazón sensible y lejano,
que en el vacío del otoño me tiende sus brazos,
y cuando pasa el invierno, se desliza como el aroma de la hierba, en sus frágiles quebrantos.

Olivia Cortes Rubio -Málaga-

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