Aquella mañana
al inicio inevitable del día
sentí la pérdida de tu mirada
al contemplar en el espejo
el vacío de mis ojos.
Aquella mañana
de huecas caricias de palabras
con el frío de la muerte
con un silencio eterno
que morían en un infinito
de silencios prolongados
asesinando mis oídos
agonizando donde
la muerte agoniza
y Dios se hace añicos.
Aquella mañana
comprendí que no hay
cabida en la eternidad
que nada es eterno
donde solo hay vacío
y mi corazón se hace de piedra
donde comienza
el invierno de la eternidad.
KARLA MARTÍN
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