Otro año más en la soga del ahorcado,
el esparto de la cuerda se deshilacha
desecada al sol del solitario desierto,
pronto, dará de sí, y romperá ajado
el fino cordón que lo hilaracha,
dejándola caer con peso muerto,
dibujan en el paisaje dos robustos robles
y un viejo olivo en sus aledaños,
en el centro, el fresno del ahorcado,
el sol abrasa de día en la tierra que escurre
las lunas de una noche entre extraños
y amamantados lobos aullando exaltados,
nadie murió allí en el principio del tiempo
aunque la cuerda tenía un destino cruel,
para quien osara enfrentarse a la manada,
tampoco nadie vivió al raso del viento
en aquel páramo seco donde el burdel
acariciaba la muerte de piel sangrada,
otro año vendrá para ver las lunas nacer
sobre los robustos robles y el viejo olivo,
alargando las sombras de la noche perdida,
otra muerte del día que abrasa la piel
y quema en el alma el delito cautivo
de un recuerdo de sables a la huida.
en el árbol del ahorcado pende la soga,
esperando en vano la frágil garganta
de algún lobo de extirpe sangrienta,
y hasta el fin de los días en que arroga
la impertinencia de la copa que levanta,
servirá la cuerda como sable en la tormenta.
Angel L. Alonso
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