Esta noche se dispone a empuñar mi sangre mi flor moscovita para presentarla en sacrificio a los dioses, y con ese fermento caluroso en el cual las ninfas ofrecen sus venturas me bautiza, vertiendo sobre mi áspera piel de piedra su almizcle de ron y de futuro.
Luego del febril acto purificador me hilvana con la fiebre de sus senos, entretejiendo en mis venas sus balas llenas de azufre, terror sobrenatural a mí concedido, pues su beso es torrente de delicias con la emoción de mil olas.
Criminalmente bella es mi reina, que se dispone a emitir su conjuro sobre mi cuerpo atado a sus deseos. Lentamente danza con la incoherencia del rítmico movimiento de sus ojos, y abre su estampa de lujuria junto al ruego de su perdiz inocencia que a tope salta como una paloma asesina sobre la cúspide de mis ojos.
Oh suave pétalo y vodka, eres la combinación de una bomba nuclear, megatones, aluviones y misterios componen tu altiva música infinita…
Oh, a, e, i, o, u, dime mi mujer Franciscana, ¿cuántas leguas mide tu belleza de Huríes, piel desnuda cual sutil óleo sagrado en mis sienes? Eres un sueño infinito, inacabable miel, ese secreto entre los dos, ese castigo poro a poro más que divino.
La menta que habita su corazón loco me invade con vastedades e infiernos y acarician mis fuerzas sus llamas de fuego que a esta altura me tienen ebrio por su fantástica lluvia al acecho. Esa, la lluvia de su paseo Parisino es mi devoción y mi fortuna, ese alborozo en el cual me sustento.
¡Ja! mi ópera bendita en el cenit de mi pecho se desgrana y me embebe cual vino despacito y sin prisa, mientras recorro a gota lenta su vientre de polen. Así gota a gota, segundo a segundo cae el hielo y la esencia aromática con que bendigo su isla de corales y de rosas…y nuevamente aletea mi a, e, i, o, u, en el eclipse de su beso, en la latitud de sus cálidas piernas, blondo óleo, surco de oro en mis brazos, y en la oruga fresca de su sagrada intimidad disfruto como hiedra que crece y crece raudamente en su silueta.
¡Vaya que cuna! Es un reposo sonrosado y bello en el vaivén de mi boca. Muero entonces en el vaivén de su vulva, herido fatalmente por sus orgasmos, ¡tamaña felicidad es indescriptible!
Entonces toco el cielo y se derrumba mi aliento, y ella un poco más lejana va y vuelve cual bumerán en medio de letargos, gemidos y suplicios, y en su lid muero y resucito las veces que mi capricho requiere, las veces que ella desea.
El cabrito tierno de mi corazón se ve complacido en su campo de viñas, y ella, con su frenesí muerde mi boca con la única unción con que se bendicen a los ángeles, depositando en mí la eternidad de mil eternidades en su extrema entrega con su sabor a futuro.
Tony Cedeño -Ecuador-
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