Me voy muriendo y muero lento,
me mata esta lerda frustración,
que sin prisa me aprieta el corazón
sofocando el más tierno sentimiento.
Y, lento moriré, de aburrimiento,
aburrida se muere la ilusión,
sin la chispa que encienda la emoción
ni una mano que acaricie mi lamento.
Me mata tu maldita indiferencia
que me ataca sin tregua día a día
ahogando mi esperanza y mi paciencia,
hundiendo en sinrazón al alma mía,
que te ruega y suspira por clemencia
un momento, tan solo, de ambrosía.
Luis Salvador Trinidad
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