La propia Naturaleza aprueba, patrocina y mima los amores,
siempre abierta se muestra, sin puertas ni ventanas,
permitiendo entrar y salir a todas horas y ganas,
en montañas, valles, bosques y en extensas sabanas,
ir y venir por cortos senderos y por largos caminos,
errando y vagando peregrinos.
Con arpegios de armoniosa cadencia
de trinos de ruiseñores, saluda y recibe,
con cantos de alegres alondras, sus adioses, despide.
Y todo este recital de música ambiental
son reposos para cansancios, sosiego y calma,
gozo y paz para el cuerpo y el alma.
Otro concierto se oye, de grillos y cigarras,
estridentes, casi metálicos, de tardes ora, es ahora,
es por aquello de los antojos, ahhh, ¡si quisiéramos bailar!,
como el bravío río y la rauda corriente,
pues, este sería el preciso momento
de modernos ritmos y sones,
encima o al lado del jorobado y viejo puente.
Y, ya al anochecer, cuando invita el claroscuro naciente,
cuando requieren del reposo el guerrero valiente
y su mujer consecuente,
entonces, de hojarasca y caída fronda serán esteras,
sábanas, cobijas y hasta las ondeantes banderas
Chispeantes leños encendidos calentarán
con flamas como de hogares y fogatas.
luciérnagas intermitentes imitarán románticos candiles
y la tenue luz de la luna llena, en la umbría noche,
de farol del aposento.
Tú a mi lado, como primera dama del reino,
yo, a tu lado, ebrio del contento.
En fuegos y ardores se consumarán estos amores.
Al amparo y bendición de la Naturaleza
y del mismo y propio firmamento.
Angel Ignacio Chacón Aquino
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