La salamandra, en concordancia con las singularidades de su especie, sólo podía sobrevivir dentro del fuego, lo que no estaba mal porque, en efecto, le gustaba alimentarse de las llamas, y, en especial, valoraba el sabor delicado de las zonas azules. Pero vivía con una tristeza secreta que amenazaba con consumirla, otras salamandras podían sobrevivir hasta seis horas fuera del fuego si se les administraba pimienta, y a ella esta posibilidad le estaba vedada por ser alérgica a este condimento. Una alergia tan aguda que la haría estallar dispersando su hermosísima pigmentación escarlata.
Del libro Cuentos de fantásticas criaturas de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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