“Tu felicidad hablaba,
era después del otoño
y con tu voz creaste primaveras aladas.
Yo era feliz.....
Tú me amabas.”
José Antonio Nogueras Vicente.
Cuando la Poesía nace y acontece desde el interior más íntimo de un poeta, desde la intuición y la sensibilidad verdaderas, ese espíritu arrebatadoramente apasionado, está predispuesto a transmitir un torrente poderoso de sentimientos, desembocando en una cascada impetuosa de emociones.
Quizás, la primera exaltación que como lectora me suscita este libro, sea la del recuerdo, la emotividad de evocar la figura entrañable de José Antonio, en cuya memoria se urde cuidadosamente este poemario.
Así pues, representa la publicación del manuscrito “Hojas Caídas” la ilusión de su sueño cumplido, tarea privilegiada , elogiable y sabia de su mujer María. Hoy a nuestro disfrute, legado imperecedero de aquel tiempo vivido y amado.
Sobre el papel, cartas o poemas escritos con un verbo sublime, delicado, sensitivo. Una reconciliación a la expresión transparente del amor en su plenitud, con la contención de un nido seguro albergando a dos almas que sencillamente se seducen, se comprenden, se complementan. Navegando con la brújula de un único viento, en las aguas templadas de un idéntico mar, meciéndose con las olas melodiosas de un auténtico destino, predestinados a amarse.
Son estas “Cartas Amarillas”, un refugio cálido dónde dos personas experimentan un inspirador viaje a lo largo de los años, largos paseos en versos de bagaje seductor y seducido, creando un proyecto de vida común admirable, cuerpos conectados ensamblando pieza a pieza, el puzzle de los embates propios de la vida, seres entrelazados en su esencia. Poesía vital enternecedora.
Nunca una correspondencia descriptiva fue tan hermosa, intimista, reveladora. Cantos de amor, lamentos de esperanza, de soledad, de entrega, de silencios y deseos clasificados en cuatro niveles, en cada uno de ellos el lector descubrirá ardorosamente un verso que anidará en su corazón.
Acompañan unos sutiles dibujos ensalzando lo marino, trazos de blancos veleros, silueta de faros vigilando el horizonte, algunas moradas entre espesa arboleda con el curso de ríos que fluyen. En la noche oscura de un invierno, en tardes soleadas de primavera, en el otoño de la nostalgia, bajo la lluvia. En tantos momentos descritos mágicamente, en anhelos postergados. Múltiples vivencias estremecedoras.
Pureza ingenua de sentimientos brotados desde la pasión, jirones de piel en todos los sentidos, desde la cercanía , a la distancia, siempre desde una espontaneidad amada, elocuente. Un poemario de pausada belleza, en perfecta simbiosis con la profundidad tranquila de su mensaje amoroso.
Todo ello ha supuesto “Hojas Caídas”, recogidas en mí, para todos. En el “Camino”, el poeta escribió:... “Sólo queremos caminar”.
He de deciros compañeros infatigables, que no albergo duda alguna, caminará eternamente en la dicha venturosa de todo aquel que sepa saborear su lectura. Sólo me resta manifestar mi agradecimiento a José Antonio y a María, por mostrarnos su camino, en un ayer , en este presente recobrando en sí, más
fuerza que nunca.
Marisa Duque
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