En un parto de sombras dejo el día
y me voy por los charcos de mis penas,
como un león vencido por las hienas
lamiendo otras heridas en la mía.
Siendo un gorrión: qué triste melodía
acurrucó mi sangre en estas venas,
que oigo en la lluvia cantos de sirenas
y me siento más solo todavía.
Qué grande es la jirafa en la sabana
comiendo bajo el único árbol, sola;
cuando abro a la tristeza una ventana.
Qué grande: aunque más grande fue la ola
que -de aquel mono- hizo esta raza humana;
que oye la mar en una caracola.
Antonio Ramos Olmo -ESPAÑA-
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