Danzaban tus manos un ballet, graciosas,
al decirme tu adiós y un hasta pronto,
desde el jardín primero de las rosas
a las espinas del feroz racconto.
Tus manos eran cual dos mariposas
al sol jugando diestras, y de pronto,
como inútil susurro, las reposas
en el gris barandal de poco monto.
Allí, calmas, serenas, temblorosas,
en pálido descanso se apretujan.
Marmóreas y blancas, son dos rosas
que por librar del Sol ajenas pujan
ocultándose a toda vil mirada.
Y vuelven al adiós, como si nada.
RODOLFO CAVALLO NOETZLY
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