Me quito el jersey.
La niña toca una sonata.
No fue hecha para violín.
¿Por qué ese empeño?
Mi padre tocaba el piano.
Hubo una época
Femenina dulzura sin interés.
Energía suave y hermosa.
La gente creía en milagros.
Y su mayor riqueza
era el presente.
No existía el tiempo.
Vértice áspero.
Música verde extraviada.
Paredes en el horizonte
sin caminos ni campos
donde plantar y recoger.
En un hoy anclados nos quedamos.
Esclavos de la memoria.
De ese danzar de rocas negras.
Hambrientos labios cantarines,
con horrenda advertencia
muy abiertos.
Sigue tocando, niña.
Sigue tocando esa sonata de piano
en tu hermoso violín
apoyado en el hombro.
Algún día entenderás
los ensortijes de esta vida.
Los juegos que el tiempo hace,
en un inexistir constante.
Déjame que llore por esas palabras
más pobres que la música.
Que me obligan a no encontrar
el momento oportuno.
Pediré a Chopin, Beethoven, Wagner
muestren los caminos.
Sus resonancias por las paredes,
sus alfileres de notas
en mis oídos.
Tiemblo, y no sé porqué.
No entiendo su lenguaje.
¿Qué fue lo que realmente sentí
ante esa niña y su violín?
¿Un lago en calma, una marejada
o un gran huracán?
Ana Maria Lorenzo
Derechos reservados
LA NIÑA DEL VIOLÍN
Me quito el jersey.
La niña toca una sonata.
No fue hecha para violín.
¿Por qué ese empeño?
Mi padre tocaba el piano.
Hubo una época
Femenina dulzura sin interés.
Energía suave y hermosa.
La gente creía en milagros.
Y su mayor riqueza
era el presente.
No existía el tiempo.
Vértice áspero.
Música verde extraviada.
Paredes en el horizonte
sin caminos ni campos
donde plantar y recoger.
En un hoy anclados nos quedamos.
Esclavos de la memoria.
De ese danzar de rocas negras.
Hambrientos labios cantarines,
con horrenda advertencia
muy abiertos.
Sigue tocando, niña.
Sigue tocando esa sonata de piano
en tu hermoso violín
apoyado en el hombro.
Algún día entenderás
los ensortijes de esta vida.
Los juegos que el tiempo hace,
en un inexistir constante.
Déjame que llore por esas palabras
más pobres que la música.
Que me obligan a no encontrar
el momento oportuno.
Pediré a Chopin, Beethoven, Wagner
muestren los caminos.
Sus resonancias por las paredes,
sus alfileres de notas
en mis oídos.
Tiemblo, y no sé porqué.
No entiendo su lenguaje.
¿Qué fue lo que realmente sentí
ante esa niña y su violín?
¿Un lago en calma, una marejada
o un gran huracán?
Ana Maria Lorenzo -Zaragoza-
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