es tuya la campiña, ninfa esbelta,
como es tuyo, nereida desenvuelta,
cada río en que nadas y te anuda.
Hechas para el amor, quien os saluda
encuentra ya una voluntad resuelta
sin límite de acción, que os es devuelta
en términos de igual cesión y ayuda.
La técnica ignoráis del coqueteo,
pues, sólo ataviadas del deseo,
sois súplica y entrega sin rubor.
Lúbricas, atrevidas, complacientes,
al mismo tiempo expertas e inocentes…
pero a ventitrés siglos, qué dolor.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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