También estos caballos lograron el río de efluvios musicales. Son sangre y fango, retazos de palabras zurcidos con silencios. Cada relincho cercena los segundos, su pelaje es una montaña en llamas. En los umbrales, antes del estertor y la saliva, se han quedado ciegos.
MARCELO VILLA NAVARRETE -Ecuador-
Publicado en el Suplemento de Realidades y Ficciones 57
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