Puedo cantar porque la brisa es pura,
la luz deslumbradora,
el mar, amplia sonrisa
reiterada en la arena, y las farolas
aletargadas en el sueño diurno
como gatos dormidos a la sombra.
El viento es aspereza, y me enmudece,
la lluvia es añoranza melancólica,
me despierta lamentos, elegías,
y en voz baja mis quejas se desdoblan.
Quisiera cabalgar sobre las nubes,
corceles de algodón, cuando se agolpan
al vértice del día,
recorrer la sangrienta trayectoria
de su explosión crepuscular, rodando
hacia la línea horizontal remota
donde nace la noche,
y en el silencio oscuro ser rapsoda
recitando mis versos para nadie,
para mí solo, en soledad sonora.
¿A quién importa lo que pienso o digo?
¿Quién mira mi reloj hora tras hora
inquiriendo detalles de mi vida,
cómo brotan o cuándo caen mis hojas?
Árbol enhiesto soy, nadie me trepa,
nadie se aloja en mí, nadie me poda.
Canto al mar y a la luz, canto a la brisa,
si alguien me escucha súmese a mi estrofa.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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Hace 18 horas
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