domingo, 27 de mayo de 2012

LOCA

‒Creo que estoy loca, doctor.

‒No te precipites, querida –me dice con mucha amabilidad, pero no puedo confiar en él, no puedo confiar en nadie‒. Antes de emitir un diagnóstico tendré que hacerte muchas preguntas. ¿Quieres un té de trufa?

‒Prefiero un café, si no es molestia.

Sonríe mientras me prepara un café soluble, pero intuyo cierto escepticismo tras esa sonrisa. ‒Dime, Helena, qué crees que te pasa –le ha dado un énfasis a “crees” demasiado condescendiente, no me gusta este doctor‒. Puedes hablarme con toda tranquilidad, todos lo que digas es estrictamente confidencial entre tú y yo.

No estoy tranquila y me da mucha vergüenza hablar de esto. Pero debo contárselo a alguien si quiero que me ayuden, así que trago saliva y respiro hondo.

–Veo…por todas partes, veo… hombres-lobo –el doctor anota cosas en su libreta, con una expresión neutra mientras me mira por encima de sus gafas. Se mantiene en silencio a la espera de que yo hable‒. Están por todas partes, como si fuera una cosa normal, haciendo su vida. Y no me atacan, aunque sé que me miran por detrás.

Entonces ocurre. El rostro del psiquiatra empieza a llenarse de pelo, su boca se estira hasta convertirse en un hocico y su pecho se hincha hasta reventar la bata de médico. Todo aderezado con sonidos guturales y gestos violentos; como es habitual. Yo me hago un ovillo en el diván. Tengo miedo, pero no me pasará nada, nunca me pasa.

‒No te preocupes, Helena –las palabras surgen de sus fauces con mucha calma‒. El neuroléptico que te he puesto en el café te está haciendo efecto. Lo supe al verte completamente vestida y lo confirmé cuando pediste café. Sufres el Síndrome del Antropolico, crees que eres una humana y eso no es posible; los humanos son nuestra comida. Pero no te preocupes, un poco de terapia y otro poco de medicación y te pondrás bien. Pronto podrás disfrutar de un buen humano lechal con tu marido.

Pere J. Martínez (España)
Publicado en la revista digital Minatura 117

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