Después de salir de la botella, fue hacia un hombre que ofrecía una tabla de madera a un enorme peñasco que parecía haberle salvado la vida. Estaba desnudo y parecía que sus ojos habían llorado. Punto final saltó sobre la ropa que tendida sobre la arena se secaba al sol. Allí descansó y esperó a que el naúfrago cogiera sus prendas para vestirse.
El joven trepó el peñasco y una vez arriba divisó la luz de una hoguera. Decidió descender y dirigirse a los pastores que la rodeaban.
El señor Punto pensó que sería más divertido rodar cuesta abajo y así lo hizo. Rodó y rodó y rodó y rodó tan rápido que perdió de vista al joven. No le importó demasiado y continuó su camino saltando entre las flores y piedras hasta llegar de nuevo al mar.
Tuvo miedo de ahogarse y retrocedió hasta sentirse seguro.
Ahora- se dijo en voz baja- no sé qué hacer.
No se había dado cuenta, pero necesitaba que alguien continuara su historia. Recordó a su padre, recordó su casa, aquel aburrido libro, y sintió nostalgia. Quiso volver y supo que debía pensar cómo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario