“ … Yo no quería realmente hacerlo, pero en ese momento algo cegó mis instintos humanos y todo mi ser se desbordó ante esa tentación sublime, ante esos muslos tiernos a los que se encaminaron mis ojos, sin poder desviar la vista un instante, para más tarde convertirse en obsesión, hasta que al final la obsesión se convirtió en terrible y cruda realidad. Todo empezó un día cualquiera, de un mes veraniego, de un año que ni me acuerdo y que el resto de mi vida querría olvidar. Una tarde paseaba tranquilamente por mi pequeña ciudad y se me cruzó en el camino una mirada furtiva de una jovencita que me traspasó el corazón, ahora recuerdo en mi pupila aquella mirada firme, directa y penetrante, aquellos ojos verdes embaucadores que me destrozarían después la vida, pero en aquel instante, llevaba una vida anodina y vulgar, sin grandes sobresaltos, mi vida era un marasmo de monotonía y rutina cotidianas, navegaba en una balsa de aceite, sin ninguna preocupación perentoria urgente, con las necesidades básicas cubiertas y los ratos de ocio también, en aquella época incluso no tenía ni estrés, que siempre por cierto me ha acompañado a lo largo de mi vida, ya digo era una situación extraña, cuando se cruzó en mi vida esa mirada inocente e ingenua, pero que a mi personalmente me impactó.
Pasaron los días y la vida continuaba su pausado ritmo, cuando inesperadamente una aciaga tarde de Agosto, me encontré de nuevo a la muchacha y su mirada penetrante y ésta vez me fije más en sus rasgos faciales, en sus labios carnosos y gruesos que esperaban ser besados con avidez, de un rojo intenso y una melena negra, una cara agradecida y unos pechos erizados pidiendo a gritos ser tocados con suavidad, ser acariciados con morbo y fruición, unas caderas de avispa y unos muslos prietos que se dejaban entrever por la faldita corta que llevaba. Y como un resorte insospechado y en décimas de segundo, todas mis neuronas entraron en acción y mi pene se disparó hasta cotas insospechadas. En ésta segunda ocasión estuve a punto de echar un piropo a la muchacha en plan soez, aunque me contuve y para mis adentros inconscientemente me dije “ qué buenorra estás tía, estás como para follarte y violarte y echarte un polvo bestial”. Entonces como en un destello que me llegó a la mente de repente disimuladamente me di media vuelta y le seguí los pasos, ya empezaba a obsesionarme con la muchacha y discretamente sin que me viera y notara nada extraño, supe donde vivía y seguí investigando hasta saber cosas personales de su vida, si estudiaba o trabajaba, con quién se relacionaba y otros pormenores, aunque a veces pensé que si esa obsesión se estaba convirtiendo en una paranoia, aunque luego me decía que eran elucubraciones mías y desechaba la idea y volvía de nuevo a la obsesión… que se me había metido sin darme cuenta en la cabeza y que no la podía desechar de mi cerebro… y ocurrió lo que nunca tenía que haber ocurrido.
Cuando ya el verano iba tocando a su fin y las tardes comenzaban a ser más cortas, una tarde septembrina y ésta vez por azar se cruzó en mi camino la muchacha y armándome de valor y coraje, porque soy muy tímido con las mujeres, me acobardo ante ellas, le dirigí la palabra con educación y le comenté que la había visto varias veces y que me gustaría conocerla, a lo que ella me dijo que yo no era su tipo y que la dejara en paz, que si no me daba vergüenza hacer esas proposiciones deshonestas a mi edad, que parecía un viejo verde y que ella quería relacionarse con chicos de su edad y que ni siquiera la apetecía hablar conmigo. Ante aquella negativa me quedé muy desilusionado y defraudado, aunque era algo que me esperaba, me había hecho ilusiones con la muchacha de que al menos fuera mi amiga, porque siempre se me han dado mal las mujeres, debido a mi timidez, he ligado muy poco en mi vida. Inconscientemente se me cruzaron los cables en mi cerebro y ante la negativa de la muchacha para conocernos reaccioné fatal y la seguí, la noche había llegado, estaba excitado sobremanera y antes de llegar a su casa había un descampado y amparado por la oscuridad, me abalancé sobre ella y ante mi imprevista actuación empezamos a forcejear, pero yo era más fuerte que ella y empezó a gritar, pero nadie oía sus gritos, las casa estaban lejos del lugar y con mi instinto animal desbordado la levanté la faldita, la bajé el tanga que llevaba y la violé varias veces hasta que me corrí de excitación y placer, pero yo no quería hacerlo Sr. Juez, pido perdón a la muchacha y su clemencia, fue un momento de enajenación mental… “ visnu@wanadoo.es
Juan Montero Lobo “Visnú” -Segovia-
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