Arden los ecos en mi alma,
y mi corazón, antaño fuego,
es ahora hielo que se derrite
creando un río ensangrentado,
por donde discurre el desamor,
¡y tengo ansias de gritar!
sin embargo, no puedo,
se han ahogado los llantos
entre tinieblas sabor a ron,
y cauces de sangre en la piel,
presos los anhelos de libertad,
y empañada la iris por el hielo,
no quedan más lamentos,
ni silencios que rompan el cristal
de los espejos que ya no me reflejan,
así, en esta soledad proscrita,
voy escapando de las lunas,
hundiendo los pies en la arena
de aquella solitaria playa,
en la que habitan mis olvidos,
a veces, sonrío al trino suave
de los pajarillos de la torre,
otras, detesto los ocasos
que confunden el horizonte
con el fuego de los infiernos,
empero sigo aquí, de pie y erguido,
esperando el final de todos
y el mío propio también,
con la prisa de un desperado velo
que me impida verla venir,
aún en esta libertad condenada
de sentir como quiera sentir,
de vivir como quiera vivir,
de soñar en una balada triste,
soy el estallido del lucero al alba.
Angel Luis Alonso
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