Tintinea el miedo abriendo la puerta,
hiere la espera en un pensamiento,
un dolor secreto que no deja huella
en una silueta que exuda desprecio
como desprecia el beso que la condena
de aquella promesa perdida en el tiempo.
¡Con cuantas palabras maldices la cama!,
que deshaces con ansia para borrarla
sin lograr nada... ni siquiera odiarla
y te pesa la casa en soledad voluntaria
porque soñabas mientras esperabas,
porque amabas a quien te negabas.
Y termina la vida cuando empezaba...
porque te desgarra en lágrimas vivas
que la esperanza ya no comprometían
y en tus pupilas se suicidaban
con esa palabra que te prohibías
pero, a escondidas, tu mente soñaba.
No llores niña, tú eres la esperanza,
tú eres la casa que te cobija
y que te apoya cuando no queda nada
cuando es tu alma la que te auxilia.
Luchas... y arrastras las causas perdidas
esperando el día de clamar venganza
porque tú amas cuando respiras
o... cuando olvidas tu vida pasada
en esa mirada que es tu alegría
por el que te animas y te levantas
por quien tornas a casa todos los días
y besas cautiva sobre su almohada
sus manitas cerradas y su carita,
con él, olvidas a quien no te amaba
y a la vez amas una nueva vida.
Luis Maria Saiz Laso
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