¿Cuántos vientos habrán rozado
tu viejo campanario
y el bronce de tus campanas
dejando huellas invisibles
que nadie alcanza a ver?
¿Cuántas tormentas acariciaron
tus paredes de piedra
arrancándote lágrimas
que mojaban los adoquines del suelo?
¿Cuántos días soleados
te trajeron al curioso visitante
que paseo tus naves admirado
de tu belleza y tu riqueza?
¿Cuántos sacerdotes oficiaron
en tus altares de mármol blanco
bajo el amparo de las imágenes
de Jesús Crucificado y María de los Dolores?
Todos pasaron, se los llevó el tiempo
mientras tú sigues erguida
y desafiante tocando el cielo
con tus torres espigadas.
JOSÉ LUIS RUBIO
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