Te llamé esta mañana y no te encontré. Me dijeron que te has marchado a un sitio que desconozco pero que extrañamente percibo y siento muy cercano. Solo quería que habláramos, que recordáramos, que nos permitiéramos juntos algunas risas, que concibiéramos viajes futuros de esos que nunca se harían realidad.
Quería que recordaras mis largas caminadas en Cali para ir desde la casa de Rosita, a tres metros de la nube mas cercana, hasta el cuartel del ejército donde estabas preparándote para luchar por la patria, siempre y cuando nunca te pusieran a luchar por ella; que recordaras tantas noches de aguardientes de los buenos oyendo a Richie Ray y Bobby Cruz, y como buenos marihuaneros sin fumar marihuana, a Santana y su samba para nosotros. Quería que recordaras aquella travesía nacional en la hermosa lambretta, contigo pegado a mi espalda, esa misma que ahora quisiera tener fosilizados tus brazos en ella; que recordaras tus días vividos conmigo, cuando gastábamos sin afán algunas de las muchas palabras que habíamos guardado para poder gastar después, hablando juntos durante el resto de nuestras vidas.
Quería que recordaras que en Bogotá siempre te esperaba con emoción y con ansias pues allá llegabas comandando esa brigada espectacular de grandes máquinas como el Huracán, la montaña rusa, los carros chocones, y el siempre romántico carrousel, y que la dicha era mayor pues era gratis la diversión, para mí, para mis amigos y para toda la familia, y entenderás que para nosotros, los Velásquez, la palabra "gratis" es magia pura, es música celestial.
Quería que recordaras que hace tan solo tres años nos sentábamos alrededor de mi motocicleta con el tío de nuestros amores, aquejado entonces por una enfermedad maldita, y repasábamos con él las aventuras del pasado como motociclistas, cuando nos creíamos el "Ché" Guevara haciendo méritos para un diario, o Peter Fonda en "Easy Rider", y nos prometimos repetirlas ahora con menos juventud, en travesías hasta el hermoso Jardín del suroeste. Pero tanto querias a nuestro hermano tío, que copiaste con precisión su misma enfermedad, poco después de que él nos dejó por culpa de ella.
Quería que recordaras que he cumplido la promesa de no dejarte solo, y aunque hoy te marchaste, mira a tu lado para saber que estoy contigo, observa la marquilla de tu corazón para que veas que es el mío, y entiende que si tu alma se quedó sin un cuerpo, poco importa, pues aquí tienes el mío para guardarla. Ave, mi adorado Cesar.
Jorge Alberto Velásquez Peláez
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