Nada es más fugaz
que la sorpresa invisible
de un adiós tatuado en el viento,
que se marchita y se altera
como las flores del campo
con la aparición del otoño.
Recuerda tus ávidas manos
en su cuerpo de brasas encendido,
jugando sobre la piel incansable
y sediento de caricias.
¡Cantares mágicos de mil ruiseñores!
Se escucha a lo lejos un cante
desgarrado y sediento que,
camina en busca de aquel comienzo
que durante años le dio de beber.
Suena una soleá y una voz añeja.
Unas manos acarician una guitarra
que turban a unos ojos negros
perdidos en el vacío de la noche
que lloran penas sin saber porqué...
Se marchó por el sendero del olvido.
De nuevo volverá a comenzar
otra estación: Invierno frío
que de nuevo hará al cielo llorar.
Saciará la tierra de su llanto…
Ella, hace tiempo que dejó de llorar.
Juana Campos Cortés
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