miércoles, 30 de mayo de 2018

FUE POR ENTONCES


El fuego fue lo primero.
Trajo el calor y el misterio de la luz
con la que se iluminó
la remota noche de los tiempos.

En la oscuridad de la cueva
en el vientre de la madre tierra
los miembros del clan
crearon un santuario
dibujando en torno a una hoguera
un círculo de piedras
y mirándose fraternalmente a los ojos
soñaron el centro.

La columna de humo
ascendiendo hacia la bóveda del techo
les ilustró sobre lo vertical
y de la columna de humo
surgió la piedra clavada en el suelo
y de la piedra el obelisco
y del obelisco la estatua que miraba hacia el cielo.
Con el fuego apagado la seguían viendo.

Fue por entonces
cuando el hombre alzó la cabeza
despegándola del suelo

Fue cuando se levantó
se rompió y se puso tieso

Fue cuando tomo conciencia de su ángulo
el ángulo recto.

Ante la inmensidad del cosmos
tomó conciencia de su identidad
y de su origen
y del origen de los animales
y de los bosques
y de las nubes
y de las aguas
y del transcurso inapelable del tiempo

Fue así como se iluminó su espacio interior
y como conoció la angustia de tenerlo.

Fue por entonces
cuando liberando la boca de su función predatoria
traspasó el umbral de aquel mundo de silencio
y escapando de los hierros de su herencia animal
le llegó la palabra
y consiguió hablar
y con la palabra… le llegó el beso.

Alberto López

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