viernes, 5 de enero de 2018

ALLÁ POR MI INFANCIA


Fueron paisajes pintorescos.
La imaginación era el motor inquebrantable de la vida pueril insoslayable.
Papá y mamá eran fieles devotos a las marchas y plantones,
Había un solo enemigo a vencer, el gobierno.

Nosotros, los niños, imitábamos en los juegos a los gigantes de lucha.
Retozamos a llevar el banderín rojinegro, a Zapata o a Villa, al Che, sin saber una gota de sus vidas.

No sé, pero extraño a mis compas de ocho a trece años,
Jugábamos a imaginar un mundo sin hambre, sin pobreza,
A tener los juguetes, no los más caros, pero los más hermosos.
Era de todo ese momento, nuestros sueños, una proeza.

Recuerdo correr libremente por las corrientes después de la lluvia,
Sin atajos ni tapujos, solo en esa inmensidad fugaz de la puericia.
Al retorno de esas evocaciones, los regaños eran incitaciones a seguir jugando.

Jugando a la lucha por la vida, a nadar en las corrientes de gentíos,
A flotar en los océanos de las marchas, a mirar con la imaginación.
A no tomar en cuenta aun nuestro futuro.
A saborear las galletas de animalitos en la imitación de un vaso de café,
Un café macilento y desabrido, como el color de los muertos en las tomas de tierra, en las recuperaciones de tierra.

Recuerdo ese grito en lo más profundo de mi alma:

¡Lucha, lucha, lucha!

¡No dejes de luchar!

¡Por un gobierno obrero, campesino y popular´!

Fueron paisajes pintorescos, allá por mi infancia.
Dónde estarán ahora esos niños.
No los veo, veo a gente adulta en cuerpos de niños,
Con la entelequia manoseada.

Misael García Consuegra.

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