I
Se apagará la llama un día
el fuego en el hogar también se apaga
allí me encontrarán los perdedores
que temieron vivir al pie de las cenizas.
Mostraré tarde a tarde mis manos
que un día hirieron las ramas espinosas.
El ascenso logró colmar mis predicciones
el abrazo final selló esta utopía
mis manos se llenaron con piedrecitas.
–el viento modeló sus transparencias–
–el agua lavó su verde por el gris–
pero el agua estaba ausente
en tanto Nicoletta desgranaba:
“Señor amor”
Un cirio: –vidriosa luz–
Un pacto: –cegado el sueño–
Una roca: –fragmentada imagen–
Dando el homenaje cierto al día
donde nueva llama brota
ausente esa carroza de agua y sal
que nos conduciría al nuevo amanecer
de un ser que pretendía brota
–espuma al vuelo– de pequeñas partículas de arena
junto al cerro enhiesto donde estaba
la cruz que mitigara sus angustias.
Hoy, piedra a piedra cubro el sendero
por donde transita robusto y libre
el nuevo cervatillo hacia la pradera virgen.
II
Mirad de nuevo:
mis manos están llenas de minúsculos seres.
Se ha levantado el muro y en él preludian caracoles
sus nuevos colores de alegría.
Mirad mis manos y digan:
–la dicha puede ser legiones de moluscos
avanzando rumbo al sol,
mientras el rechinar del fuego
colma de este raro olor que no comprendo
mi decisión de estar al pie de las veredas.
Se ha quemado la nave
–goleta al pairo–
Nuevos caracoles proclaman lentamente
el atrofiamiento agudo que les impide
morir justo en el cenit.
Es carne chamuscada la que siento
arder en derredor de los guijarros.
Mis manos se han llenado ahora
de agua y sal para apagar el fuego
y una legión de caracoles
invade los solsticios.
Apagada la llama habrá calma –no hay dudas
el fuego es siempre el fuego
y el agua salvadora llevo en las manos.
No es hoy el sacrificio vano,
millares de caracoles invaden las serranías
para cubrir de sueños los espejismos
que un día colmaron estas manos
unidas en la cima
para no estar nunca vacías.
III
Tampoco habrá más flores secas
recordando el milagro de esta tarde.
No sé si hice bien o mal
pero he plantado lilas para festejar la vida.
Renacerán de nuevo en los jardines
y el tiempo –señor que todo puede–
podrá darnos la certeza
de haber obrado conforme a lo pedido,
no habrá dolor al partir
sembramos una planta en la mañana,
el árbol crecerá,
aguardaremos sus flores para llenar el corazón
enorme que me crece en medio de la noche.
La noche es esperar,
lanzar las piedrecitas
mirar los caracoles
negar las flores secas
pensar que en este domingo
prolongará su luz el sol
que un día brilló en mi cielo
seguro de la mano que oprimió en el ascenso.
Fidel Fidalgo Moncada -Cuba-
Publicado en la revista Arique 53-54
Publicado en la revista Arique 53-54
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