Era el hombre sencillo,
de mediana estatura.
Llegó del sur tras su hija
con una maleta de cartón
en un tren de largo recorrido.
Sentábase el viejecillo
en una silla de anea, baja
y al calor de la lumbre
frotaba sus manos frías
La gorra, era su compañera
en invierno, y primavera.
Le gustaba atizar el fuego,
y costumbres de pueblos blancos
desayunaba un hoyo y rosco.
Sus chascarrillos, rimaban
al reflejo de la candela.
Era como... la silla ocupada
su estampa, en el rincón
y su espalda agachapada.
Los domingos por la mañana
era festivo, día de música
Traía el abuelo bajo el brazo
Los discos de negro vinilo
Y como una ceremonia
Siempre a la misma hora
rodaba el tocadiscos.
Y marchaba el hombre contento.
De escuchar sus coplillas
se ponía la gorrilla, y seguía.
A la mañana siguiente, su silla,
ella le esperaba, junto al banco
Y José frotaba sus manos,
y le decía ya estoy aquí, chiquilla,
pero no me quito “la gorrilla “.
Mª Carmen Palma
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