Durmiera en piedra
y alimentara de hierba,
antes que contemplar
a la pequeña tocando la flauta.
Gloriosa la oscuridad
se recrea ante los abusos
a flores de claros azules,
en casas de muñecas.
Yo la vi sobre tranquilas aguas
con el rostro amoratado
entre flores y farolillos flotantes
del verdoso estanque.
Carita de cielo que ya dormía
sin entender porqué, porqué…
tocaba esa flauta.
Ruina de sus sueños…
y no jugaba.
No sonaban las notas.
No se oía la bella música.
Flauta de miserias humanas.
Amargor en la pequeña boca.
“- Una galleta, mi niña.
Toma una dulce galleta
y sigue tocando la flauta
que bolsas de oro traigo.”
Carita de cielo,
no llores.
Yo te llevo en brazos.
La pálida muerte te acuna
más caliente que el frío que pasas.
Por qué van a sonar las campanas
si nadie sabe que fuiste soplo,
paseo fugaz de tu corta vida.
Luminaria oculta e ignorada.
Carita de cielo,
una decadencia lenta y venenosa
de mezquinos que no han llorado
los gritos de tus voces
que parten y nunca vuelven,
hoy me obligan a decirte adiós,
hundida en la impotencia
esperando con mis letras
justicia y conciencia.
Ana María Lorenzo
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