Toda la humanidad parecía miserable,
pobres ante sentimientos.
Emociones que experimentaba
ante aquella mirada dulce
dirigida a través de sus lágrimas.
He aquí la soledad
de donde estás ausente.
En la red de mi sensibilidad
¡hacía tanto frío!
Por encima de la calles sucias,
mal iluminadas y embarradas;
por encima de los renegridos tejados,
se elevaba el cielo oscuro y desestrellado.
Y bajando de nuevo la vista,
un sentir de degradación del mundo,
en comparación con la elevación
que encontraba en su alma.
Espíritu que nace a la orilla
de ese río que son sus ojos.
Diamantes perdidos,
entre piedras y asfalto.
Ana Maria Lorenzo -Zaragoza-
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