Te tomaré las manos,
sentada encima de mí,
como una enredadera de amor,
que se mueve, y me cubre;
con ardor, y sudor,
muévete, no dejes de hacerlo,
siente mí piel quemando tu cuerpo,
y ahora prepárate al placer,
porque volverás a ser mujer.
Permite a mi lengua llegar,
a lugar antes prohibido,
déjame morder tu nuca,
hazme perder el sentido,
te haré el amor duro, fuerte,
como lo hace el león, a su hembra,
dejándote sin aliento, y hambrienta,
dame tu sabor, y tu olor de mujer,
déjame sentir, tu aliento de hembra.
Muérdeme, y pelea conmigo,
la pelea del sentimiento,
y siente en ti, el madero,
de mis deseos, de mí pensamiento;
cabalga cual amazona incansable,
enredaré mis dedos en tu cabellera,
pidiendo no te detengas, de amar,
hasta que llegue la primavera,
no pares; ese ardiente cabalgar.
No pares ahora, y déjame suspirar,
dame tu cuerpo, dame tu desnudez,
y con ella dame el sabor de tu miel,
deja mi voz a tus oídos enredar,
en un constante suspirar,
mi polen bañara tu vientre,
apagando el fuego de tu sien,
tratando de competir siempre,
con la tenue brisa que nos baña la piel.
José Prado -Estados Unidos-
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