A vos me une el amor, y no el espanto,
como al poeta urdidor de laberintos
y de entrevistos guapos. No es mi caso.
Aprendí a amarte en mañanas boedenses
enfundados mis sueños en overol azul:
taller de imprenta y tinta subversiva;
y en la mesa de iguales de la moneda justa,
entramando en los versos amistad y café.
Y lo poco que soy se lo debo a tus calles;
si no hubo más, la culpa es sólo mía:
sucedió —cuántas veces—, que me ratié al futuro
por demorarme en tu hoy contagiado de vida.
Sólo el amor nos une, no cabe aquí el espanto.
Soy un vate de barrio, un decidor apenas
que celebra en su sangre la dicha de cantarte.
Del libro Cielo de Coghlan de RUBÉN DERLIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario