lunes, 29 de julio de 2013

IMPERCEPTIBLE SOPLO

De mi pluma a tu libro, que es el mío,
hay distancias, barreras intangibles…,
y una proximidad que me electriza,
y una puerta entreabierta a las sutiles
tendencias reflejadas en palabras
con que tu alma me escribe.
Como si te adentraras en la mía,
intentando adherirte
a sus pliegues internos,
para con más acierto sugerirme
el concepto que en mí revolotea
sin dejarse apresar, limar los grises
versos que se me atascan,
o impeler la visión que se resiste.
De tu libro a mi pluma
flota un hilo invisible
cuyo temblor, al aire de los sueños,
mis más íntimos ámbitos perciben.
En cierto modo, mi poema es tuyo,
nutriendo sus raíces,
recortando el ramaje,
o haciendo su dinámica más simple.
No te incumbe hacer nada,
sólo estar, como el cisne
a la sombra del sauce, sobre el lago,
ondeando tal vez la superficie.
Los más ligeros gestos
suelen tener poderes susceptibles
de estremecer el mundo del poeta,
si éste a la escucha está de los violines
que suenan en la noche, mas no entiende
sino quien nada exige.
Tú me acompañas, aunque no lo sabes,
en tantas noches tristes
sin brazos, ni palabras, ni energía,
mas infinitamente te repites
en diálogo y calor sobre la almohada,
mujer irrepetible.
Y yo te hablo en los versos
que, sin saber, me inspiras o diriges.
Desciendes sobre mí, llovizna de oro,
simple amanuense yo de lo que dices.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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