El atardecer del domingo es una desesperanza
que amustia los pétalos del viernes.
La calle es un ruido añejo tras la ventana
que va tomando los faros de los coches
como un goteo transitorio y desbordado
que acabará estéril y yerto esperma
entre las uñas de cualquier lunes.
El rumor que crece sobre los hombros
es la soledad satisfecha en la casa,
el silencio que convive muebles y lámparas
y se desfoga al desplome vespertino
hiriendo la esquina más intacta,
la preferida, la inverosímil, la ardua,
el último abalorio del tallo.
Inconmovible amanecerá lunes,
y la calle, y el tallo, y el rumor, y la casa,
y los pétalos, y todas y cada una
de las esperanzas.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO
DE FACEBOOK - 6141 - ESPABILAR
Hace 16 horas
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