Hay sombras más fuertes que la oscuridad misma.
Sombras que atajan la luz sin unas manos,
que no se dejan mirar, pero que son las tumbas afligidas
y heridas que el corazón contiene:
un horizonte nulo que la traición concibe,
un espacio sin rostro donde en la espalda
un dolor nos clava una infamia,
una daga de furia y de muerte,
la pica que otrora el hombro nos diera
y hoy conjura con rabia y vehemencia.
Y el corazón ya no siente, ya no da la cara.
Son heridas profundas de ira y de saña,
sombras que ciegan cual alobadas miradas,
o de hienas que incrustaron su risa
para atravesarla en la carne y ya no sacarla.
Un horizonte nulo donde se aborda la nada,
donde se entoldan los ojos
por alguien que nos traicionó las manos;
un espacio que no tiene faz ni apariencia,
y se expresa en la oscuridad más sensible del alma.
Salvador Pliego
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Hace 13 horas
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