El viento para su brisa, se traslada la noche
a otro lugar, el mundo recobra vida y comienza
a amanecer ya.
Son los alegres rayos del sol portadores de
paz y de alegría que penetran en el alma humana
y son fugaces como la vida misma.
Es la vida una montaña que a ella se sube
con ilusión, que si la cima alcanzas, si la subes
de un tirón.
Toca la plenitud del día, comienzan los
pájaros a trinar, se ven los paisajes verdes, las
montañas rocosas y por fin ríe la humanidad.
Contrasta el azul del cielo, con las blancas
rocas que aparecen ya, y en el camino
polvoriento y triste te hace más duro el
caminar.
En medio de esta singular belleza un alma
abatida y sola esta, mirando hacia el largo
camino y grita.¡Voy a desfallecer ya!
Luego transcurre el día, se junta el cielo con
el mar, rojo aparece el horizonte y gime. ¡No
puedo alcanzarlo ya!
Disminuyendo por la vida, rompen las olas
a llorar, desierta queda la playa. ¡Sola en la
inmensidad!
Hace su aparición la niebla, las gaviotas
van de uno a otro lugar, sin saber donde parar
y la caliente arena ahora fría, sola se queda con
el mar.
El murmullo del viento se paraliza, el rumor
de las olas se deja oír, acaba el día, llega la noche
y en el horizonte el sol se oculta ya.
Juan Alonso Nebreda
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