QUINTA PARTE
Cuando salí a la calle el sol, entre nubes, lanzó sus rayos contra mí. De repente unas piedras volaron sobre mi cabeza. Miré atrás y vi a unos niños con tirachinas que me gritaban con odio. Eché a correr por la empinada calle, tratando de perderlos de vista. Di vuelta a la esquina y me oculté en el portal de la primera casa. Les oí llegar. Pasaron de largo maldiciéndome.
No era la primera vez que esto me ocurría. Los niños del campo no éramos nunca bien recibidos en el pueblo. Nunca podíamos descuidarnos o recibíamos pedradas o golpes. Nunca supe cual era la causa de tal odio. Yo nunca busqué pelea ni los insulté. Al contrario siempre fui amable con ellos cuando aparecían por casa a comprar frutas o verduras. Las que cultivaba mi padre eran famosas en toda la provincia.
Alguien bajaba por las escaleras. Hice como que subía. Era una señora hermosa vestida de negro que se cubría la cabeza con un velo. Me preguntó que a quien buscaba. Dije un nombre al azar. Naturalmente no vivía en aquella casa ni en ninguna otra de aquella calle. Agradecí a la señora su interés y salí a la calle. No había rastro de mis perseguidores. Tras de mí apareció la señora. A la luz del sol su belleza era aún más intensa. Sus ojos negros brillaban como brasas encendidas. Seguí el contoneo de sus cuerpo hasta que dobló la esquina.
JOSÉ LUIS RUBIO
DE FACEBOOK - 6746 - INTENCIONES PARA 2026
Hace 3 horas
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