martes, 1 de mayo de 2012

SANGRE Y VIDA

Siempre supe que no quería ser humano, aun cuando nací siéndolo. Y asumí, tras todas mis investigaciones y lecturas, que sólo lograría ser vampiro si tenía suerte y decisión y… tuve ambas cosas.

Fue hace mucho tiempo, o quizás no tanto comparándolo con la vida inmortal que me espera. Entonces estaba perdido y era huérfano, buscaba sin cesar, quería ser encontrado, captado, mordido, transformado; y, noche tras noche, sin descanso, salía. Rondaba los bares de ambiente gótico despreciando aquellos disfraces infantiles. Deambulaba por polígonos industriales en ruinas. Escudriñaba los límites de mi campo de visión, olisqueaba el aire, buscaba la oscuridad y el silencio, se adentraba en el peligro sin dudas y, en un golpe de suerte, la descubrí a ella, mirándome, midiéndome, retándome a que la siguiera. Entró en uno de aquellos edificios abandonados y fui tras ella, confiado y feliz. En la última curva del último pasillo se volvió, sonrió y mostrándome sus afilados colmillos y yo, como respuesta, le mostré mi garganta latiendo y conteniendo un río de sangre roja y aún viva. Cruzó el aire, creí verla desaparecer hasta que la sentí helada junto a mi piel y, antes de que me diera cuenta, ya me mordía. Nunca sentí nada igual, nunca volveré a sentirlo: tanto placer en cada bocado, en cada latido. La sangre huía de mis venas hacía sus dientes, me vaciaba en ella, estaba a punto de morir pero, antes de hacerlo, la devolví el mordisco con toda la fuerza y rapidez que aún tenía, chupé, succioné y su sangre se fue apoderando de mi cuerpo, llenándome, quemándome, envenenándome con su ponzoña. Los gemidos de placer y dolor se hicieron uno en mi garganta. Perdí la consciencia, morí desangrado y tuve que esperar a que sus fluidos le rescatasen para esta vida.

Horas después despertaba herido por los rayos de sol de un nuevo día. Ella me había dejado olvidado en un lugar en el que el amanecer quemase mi piel y yo, mi nuevo yo, sonreí y aprecié la broma. Juegos de vampiros; no te lo voy a explicar porque no lo entenderías.

Luisa Hurtado González (España)
Publicado en la revista digital Minatura 117

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