Cruzaba la calle sin mirar; ajena al tráfico, ajena a un posible accidente.
La mirada perdida en un círculo plateado; guía y motor de sus pasos descalzos, insensibles a las inclemencias del alquitrán recién servido.
Los latidos desacompasados de su corazón marcaban el sendero que la llevaban a Central Park.
Allí, en medio de la negrura de una noche sin estrellas, un relámpago blanco alcanzó su desnudez tiñéndola de rojo.
El grito desgarrador que brotó de su garganta recorrió la cúpula neoyorkina.
Se iniciaba la metamorfosis programada de su ineludible destino: convertirse en habitáculo de los futuros gobernantes del mundo, los licántropos.
Natalia Viana Nevot (España)
Publicado en la revista digital Minatura 117
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