AMBIGÜEDAD
Como nos gusta a los humanos ser ambiguos y ser como el “perro del hortelano, que ni come, ni deja comer”, porque a veces decir la verdad duele y nos inventamos una mentira piadosa, para quedar bien y no herir la sensibilidad de algún familiar o algún amigo, para no perder de golpe su cariño o amistad.
La ambigüedad se les da muy bien a los políticos, por aquello de que “donde dije Diego, digo dije” o algo parecido, para favorecer sus intereses personales o los de su partido político sobre todo cuando están cerca las elecciones y está en juego salir elegido como representante político a nivel estatal o autonómico toda una legislatura y aunque quiera que su mensaje llegue al elector o ciudadano, muchas veces utilizan términos o expresiones poco entendibles para el ciudadano de a pie, eso sí utilizando palabras rimbombantes o de nuevo cuño inventadas por ellos mismos, pero que quedan muy bien de cara a la galería o promesas que casi nunca se cumplirán y así arañar un buen puñado de votos y salir elegidos.
El ser sinceros es algo pasado de moda en nuestra sociedad, porque siempre en cada persona hay unos intereses creados personales o cosas íntimas que nos guardamos nosotros mismos y no queremos trasmitir a los demás, por miedo y temor a que cambien la imagen personal bondadosa que tienen de nosotros, pero que si nos conocieran en profundidad quizás recelarían de nuestra ambigüedad permanente, al no definirnos en nuestra vida social en ningún ámbito y no exponer con sinceridad nuestros pensamientos, nuestros sentimientos de manera abierta y clara y no saliendo siempre por “la tangente” en temas en los que hay “que mojarse” y definirse, con una personalidad propia y no estar siempre con la cabeza “en las batuecas”.
Juan Montero Lobo “Visnú” -Segovia-
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Hace 16 horas
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