Apenas hemos llorado
por primera vez
aun sin abrir los ojos,
ya estamos atrapados
en una invisible red.
Con el paso del tiempo,
el cuerpo es toda la red,
y cada paso que damos,
a un lado o a otro del sendero
nos atrapa más y más cada vez.
Para todo somos una cifra
por el que hemos de responder
hasta después del último suspiro
cuando en el lecho estemos sin vida
y el sol dejemos de ver.
Allí en el nicho veintitrés
fila tercera, patio octavo
estarán los huesos de alguien
que nunca quiso estar atrapado
en una invisible y poderosa red.
JOSÉ LUIS RUBIO
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